04 octubre, 2009

Eugenia Grandet

Estoy volviendo a leer, “Eugenia Grandet” que ya me impresionó cuando la leí de moza. Mi erudito hijo, comentó el otro día que Balzac era un tío grande y una cosa ha traído la otra. A decir verdad, resulta grato tener abierto un buen novelón. Viene a ser como una buena almohada.

Ha cambiado tanto la sociedad desde que Balzac situaba su acción, 1833, en Saumur a orillas del Loira que me resulta difícil pensar que jóvenes de hoy: móvil, internet y ancho mundo, puedan hacerse cargo del asunto. Para quienes pasamos largos y fructíferos veranos en un tórrido pueblo de secano, con médico, boticario maestro y cura como únicas fuerzas vivas, amén del Cuartel de la Guardia Civil, Saumur y su avaro señor Grandet, son casi algo familiar.

Eh aquí la descripción que Balzac hace de Eugenia:

“Eugenia pertenecía a ese tipo de jóvenes, fuertemente constituidas, como es la mayoría en la pequeña burguesía, y cuya belleza parece vulgar; pero si no se parecía a la Venus de Milo, sus formas estaban ennoblecidas, por la suavidad del sentimiento cristiano, que purifica a la mujer y le da una distinción desconocida para los escultores antiguos.
Tenía una cabeza enorme, la frente masculina pero delicada del Júpiter de Fidias, y ojos grises en que, reflejándose entera su casta vida, brillaba una luz resplandeciente….”

Ya me he sacado el gusanillo. Eugenia Grandet tiene en parte la culpa de mi retraso en el blog, porque la vida pasa.