17 agosto, 2009

Pip

Ya llevo leídas 318 páginas de las 620 de que consta “Grandes Esperanzas”
de Charles Dickens. ¿Qué es un verano sin una gran novela?.

El verano de “Guerra y Paz”, el verano de “Los Buddenbrok”, el verano de “Los Karamazov”, el verano de “La dama de blanco”, el verano de “El corazón de las tinieblas” ( de cuya lectura pan poco fui capaz de sacar), el verano de “La montaña mágica” y este verano el de acompañar a Pip, sonriendo a veces, en sus extrañas y un tanto morbosas aventuras. ¿En que parará el asunto? No se le ve buen cariz, como no deja de insinuar el amigo Dickens, que sabe pese a lo prolijo de la historia, a su concepto del tiempo, tan distinto al nuestro, atrapar al lector con mano férrea. No recuerdo casi nada de su “Almacén de antigüedades”, que leí de niña, aún encontrándola, dura y lúcida, pero me atrapó.

¿Pero tiene alguien hoy un verano?

Me decía Mary mientras miraba nostálgica: el denso pinar: “Nosotros pasábamos aquí tres meses ( en “La Virgen de la Vega), a mi madre le aterraba, pero mi tía estaba encantada. Mis hermanos volvían del verano tan asilvestrados que al llegar a Valencia se hacían pipí en los balcones”

Ahora los veranos son unos pocos días. Los libros también han menguado.
En La Vega ví a Lucy, a la que también le gustan los libros, de mi conversación con ella guardé dos títulos que trataré de buscar: “La mujer justa” y “La elegancia del erizo”.

Estuve con Lucy a quien también le gustan los libros