27 julio, 2009

La loca de la casa

“Lo se de buena tinta”. Lo hemos oído muchas veces. Generalmente como introducción a un cotilleo. Por lo que a mi respecta, esa expresión va unida a los ojos chispeantes de mi madre cuando contaba una pequeña pillería. Ah¡ los niños, nada se los oculta. Son jueces lúcidos e implacables. Jueces cuyo sentido moral aún no está contaminado. Aún es fiable.

Y como una cosa trae otra, y un recuerdo otro recuerdo. Sigo viendo los ojos azules de mi madre, un tantico socarrones, cuando decía de alguien del que mucho no se sabía y lo que se sabía no era bueno: “¿Ese?, ese es un calamar”. Nada que ver a cuando su biznieto de cinco años dice ilusionadamente: “Mira, ¡el pulpo naranja¡”

Ayer vino a verme mi prima Pilar, y se sorprendió de que el sofá del cuarto de estar, estuviera cubierto con una tela granate. Al comentarlo, le expliqué: “Es que así me puedo tirar a la bartola”. Expresión que para mi, hasta hace bien poco, era tan inocente como un sello (otra vez mi madre: “¡Eres más inocente que un sello¡” me dijo más de una vez ) y con esa inocencia la usaba, (y por eso bartola va con minúscula). Le hice ver que la expresión tenía su miga y entonces ella cayó en la cuenta y empezó a reírse con ganas. Lo que es la vida: yo he caído en la cuenta con más de sesenta y ella con más de treinta.

La loca de la casa, como llamaba Teresa de Ávila a la imaginación) nos hace hilvanar retazos vividos. Y héte aquí que mi madre va salir otra vez a colación. Me dijo muchas veces: “Piensa mal y acertarás”. Pues no señor, creo que pensando bien ( quizá por la burbuja en que me crié) acertaba mucho más que ella.