Como la sirenita
Ayer le dije a Juan, mi nieto de cinco años, con una voz que no me llegaba ni al cuello de la camisa: “Maléfica me ha quitado la voz, como a la Sirenita”. El, pasando ampliamente de mi problema, me contestó muy serio: “Maléfica no, Úrsula”. Tenía razón Maléfica, es la que convirtió a la princesa Aurora en la Bella durmiente. Los cuentos hay que sabérselos ¡que caray¡ Sobre todo si una pretende ser una abuela como es debido.
El caso es que el estar sin poder hablar, pese a poder escribir ( Dios bendiga la memoria, la vista, las manos y a Google ) es bastante desolador.
He tenido ocasión de recordar que Dios pedirá cuenta de cada palabra ociosa, así como de valorar y agradecer algo que tomamos como tan natural: que podemos hablar unos con otros, aunque sea por teléfono.
Además, sin voz tampoco puede una leerles cuentos a los niños, ni darles conversación - y mira que les gusta que hables pausadamente con ellos como siu fuera hombrecitos o mujercitas – con lo que una abuela, pierde bastante atractivo. En fin, Dios me la ha vuelto a dar y está mañana me ha sido muy rentable he abordado brebemente en la calle al Sr. Arzobispo – al que jamás había visto – y me he sentido un poco como la madre de los hijos del Zebedeo. Lo contaré.
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