24 julio, 2009

Santa Faustina Kowalska, en el hospital (I )

“En la habitación aislada contigua a la mía había una judía gravemente enferma; hace tres días fui a visitarla, sentí un dolor en mi alma al pensar que moriría pronto y que la gracia del bautismo no lavaría su alma. Hablé con la hermana que la cuidaba pero existía la dificultad de que siempre había judíos a su lado. Sin embargo sentí en el alma la inspiración de rogar delante de la imagen que Jesús me había ordenado pintar. Tengo un folleto en cuya portada figura la imagen de la Divina Misericordia. Y le dije al Señor: Jesús, Tu mismo me has dicho que concederás muchas gracias a través de esta imagen, por eso te pido la gracia del santo bautismo para esta judía; no importa quien la bautice con tal que sea bautizada. Después de estas palabras fui extrañamente tranquilizada y tuve la certeza absoluta de su bautismo.”

“Durante la noche, cuando ella estaba muy débil, me levanté tres veces para estar con ella y esperar el momento oportuno para alcanzarle esta gracia. Por la mañana mejoró pero a la tarde parecía llegar su último momento; la hermana que la asistía dijo que sería difícil administrarle aquella gracia porque estaban junto a ella. Y llegó el momento cuando la enferma empezó a perder el conocimiento, pues algunos empezaron a correr para buscar al médico y los demás en otras direcciones para salvar a la enferma y sucedió que la enferma se quedó sola y la hermana que la cuidaba la bautizó. Y antes de que todos volvieran su alma se había vuelto bella adornada por la gracia de Dios y expiró enseguida. La agonía duró poco tiempo, fue como si se hubiera dormido. De repente vi su alma de una belleza admirable entrando en el cielo…”

( “Diario de la Divina Misericordia en mi alma”)