La oración de Miduri
“Miduri era una mujer de profunda fe para quien rezar era tan natural como respirar. Mientras sis agujas de punto se movían silenciosas tejiendo unos gruesos guantes de lana, ella hablaba con el Señor: “Por favor no le dejes morir en Manchuria; por favor devuélvele sano y salvo. Todavía no te conoce, querido Señor; pero todos en el hospital hablan de su gran generosidad y dedicación a sus pacientes. María, él parecía tan triste la noche pasada cuando estuvo solo. Tu sabes que él ha perdido a su madre. Por favor toma su lugar. Yo prometo rezar el rosario todos los días por él, y trataré de escribirle cartas para animarle como las que su madre le escribiría. Por favor ayúdame a hacerlo bien”
“(Réquiem por Nagasaki”)
Durante generaciones una mujer enamorada – novia o no – ha rezado por el hombre que amaba. Su oración lo protegía, lo animaba, le ayudaba a aprobar unas oposiciones, a superar una enfermedad, a conseguir un puesto de trabajo… Hoy algunas, ojalá sean muchas, siguen haciéndolo, pero rezar por él no está de moda. Meterse en la cama con él, sí. El trueque no deja de ser lastimoso. Quien no guarda su pureza como un don preciado, hasta que pueda entregarse en un matrimonio que abarque la vida entera, creo sinceramente que no vale la pena. Tanto si es mujer como si es hombre, la vida es algo más que un juego frívolo durante unos pocos años.
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