08 julio, 2009

Aquellos barros…

Dice el refrán que, aquellos barros trajeron estos lodos o, si se prefiere que quien siembra vientos recoge tempestades. No viene mal tenerlo en cuenta, porque todo lo que se siembra, se recoge. Y además, ¿qué es nuestra vida sino un grano sembrado en el ancho mundo?. Esta mañana, durante el retiro mensual, el sacerdote nos recordaba ese primer punto de “Camino”, e por otra parte tan presente en mi escritura. Dice así:

“Qué tu vida no sea una vida estéril – Se útil - Deja poso -Ilumina con la luminaria de tu fe y de tu amor.
Borra, con tu vida de apóstol la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. – Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón.”

Y lo dicho, que por si solo tiene contundente consistencia, viene a cuento de que leí en Holzner, que Séneca en su vejez viendo las atrocidades que Nerón hacía en el circo de Roma con los cristianos se lamenta haber le contado las viciosas historias de la mitología griega, que pasados los años y cuando su insania era manifiesta, llevó a hacer realidad en el circo de Roma, como la lucha del coloso con el minotauro y la doncella atada al poste que vimos en ¿Quo Vadis?, que de dicha mitología procedía.

Pensar que no se van a volver a llevar otra vez a la práctica un día u otro las atrocidades que nos cuenta la televisión con lujo de detalles, es no diría ingenuo sino cínico. Al mal no hay que darle publicidad.