01 julio, 2009

De F.X.Nguyen van Thuan

“De mi padre que era constructor, aprendí que para construir una casa de cemento armado hay que purificar bien todos los elementos: el hierro, la arena, la grava, el cemento. La resistencia del edificio que se construye depende de este trabajo de purificación que elimina todo factor de contaminación.
Algo semejante vale para la comunión entre nosotros.
Saber ir contra el propio yo y mortificarse es indispensable. Existen varias prácticas para este fin, como el ayuno y otras. Pero la más evangélica y al mismo tiempo la más a mano, posible en todo momento, es la relación con el prójimo: acoger al otro, estar siempre disponibles, saber escuchar, tener paciencia, hacerse todo a todos, anteponer los intereses del otro a los propios es una renuncia continua al propio yo y nos pone en Dios”

“Testigos de Esperanza”