Azulejos de pañoleta
En el delicioso jardín de la entrada a la Iglesia de San Juan y San Vicente de Valencia hay dos banquitos de azulejos de pañoleta blancos y verdes, tan típicos aquí. Les tengo un cariño especial. He pasado en ellos muy buenos ratos. El sábado 20 de junio, fiesta del Inmaculado Corazón de María, sin ir más lejos, fue uno de ellos sentadas Amparo y yo a la salida de la misa de 12, en la que nos encontramos por casualidad. A esa hora, el sol bordea graciosamente el velo de la blanca y bonita Virgen de Lourdes que, rodeada de frondoso verde está según se sale a la izquierda. Nos paramos ambas a rezarle tres avemarías por nuestros enfermos. Esta vez le agradecí también la salud de Nacho: el 19 de este mes, fiesta del Sagrado Corazón, ha hecho seis meses de su trasplante de pulmones.
Amparo es amiga de tiempos de Colegio y de noviazgo. Las dos teníamos el novio en Madrid y a la caída de la tarde íbamos juntas a Correos ha echar la carta. Un buen amigo es un tesoro, dice la Escritura. Dice verdad.
La conversación fluía equilibrada y llena. Las dos hemos recorrido un largo camino y ambas tenemos mucho que agradecer a Dios, pese, o más bien quizá por ello, a que ambas hemos pasado tragos muy duros, inevitables por otra parte en toda vida. Al fondo de nuestra conversación se dejaba entrever también el agradecimiento a quienes nos formaron de niñas: a nuestras queridas Monjas Teresianas.
En esas estábamos cuando tuve la suerte de ver salir de la iglesia a Maribé, Mary Carmen, Engracia, Sabina. Mujeres que han marcado para bien de un modo u otro mi vida. Estupendas mujeres del Opus Dei, ya ancianas, que me miraron con cariño y dejaron en mí la huella de Dios.
De Sabina he dicho cosas aquí. De Maribé, quiero decir algo: una tarde en la terraza de mi casa, cuando aún era hace ya muchos años, cuando aún era algo joven, se me quedó mirando con sus grandes y bonitos ojos verdes y me dijo: “Te pase lo que te pase en la vida, Dios es tu Padre y tiene que sacarte adelante”. Dios quiso que se me quedara gravada con fuerza, y el tiempo me ha confirmado la verdad de ella.
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