Agua bendita
De joven me enseñaron, que era práctica sensata rociar la cama con agua bendita antes de meterse en ella. No me extrañó, sabía desde niña que el agua bendita - sacramental, que perdona el pecado venial si uno se santigua con ella – es muy eficaz para ahuyentar al diablo y sus secuaces. Basta una ligera aspersión con ella. “Se trata de auyentarlos, no de ahogarlos”, me dijeron.
Santa Faustina Kowalska cuenta algo sobre esa eficacia. Ogámosla:
“Una vez una de las hermanas enfermó y estaba a punto de morir, se reunió toda la Comunidad y estaba también presente un sacerdote que le dio la absolución; súbitamente vi una multitud de espíritus de tinieblas. En aquel momento, olvidándome de que estaba en compañía de las hermanas, tomé el aspersorio y los rocié con agua bendita y desaparecieron enseguida. Pero cuando las hermanas vinieron al refectorio, la Madre Superiora me llamó la atención sobre que no habría debido rociar a la enferma en presencia del sacerdote al que correspondía tal función. Acepté la admonición con espíritu de penitencia, pero el agua bendita da un gran alivio a los moribundos.”
“Diario, La divina misericordia en mi alma”
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