20 junio, 2009

China

"Allá en la China, allá en Pekín…"
Una vez me invitaron en un Colegio a que hablara a una clase de niñas de la importancia que tenía la lectura. Yo ni corta ni perezosa arreé mi deteriorado cuento de “La leyenda de Mío- lo San”, editado en 1945, y me fui para allá, dispuesta a dar color a la charla, no solo con mi palabra – por el tema seguro que enardecida – sino con el color de la experiencia personal y de la portada del cuento. La verdad es que no se si desperté o no mucho entusiasmo con la exposición del tema. Lo que sí sé es que la profesora que me invitó - excelente mujer por cierto, que como diría mi tía Josefina educada en “Las Damas Negras”, estará en medio del cielo – cuando terminé de hablar y lo hizo ella, no estuvo a la altura. Minusvaloró la importancia que para mí futura vocación de lectora tuvo la lectura y aprendizaje – está redactado en verso - de ese cuento, que tan acertadamente escogió para mi, mi padre cuando solo tenía cinco años.

Me quedé, la verdad algo despagada. Pero como en la vida, según dice mi hija Marta, la tortilla siempre da la vuelta ( yo podría dar otro giro más cariñoso y real a esa expresión), cuando se me ocurrió “postear” el cuento, hice feliz a un montón de gente que lo recordaba de su infancia.

Ayer, mientras hablaba en la terraza del cuarto de estar con mi nieta Marta, dentro de él uno de mis hijos hablaba con el móvil con un amigo. Su voz era normal, más bien baja. Me sorprendió que no saliera al pasillo para oír mejor. Cuando colgó, dijo con voz persuasiva: “Dino está en China”. No deberíamos acostumbrarnos a estas maravillas que ahora vivimos quienes leíamos de niños cuentos de hadas.