28 junio, 2009

En el asiento de atrás

Hay un tiempo alegre, que tarda en pasar o mejor dicho que se cree eterno, en el que una mujer joven va de copiloto, con un marido conduciendo el coche y un montón de niños pequeños en el asiento de atrás. Los niños a veces cantan alegres : “El cigalón se voló…” o “Una vieja se sentó encima de un hormiguero…” canciones aprendidas en el Colegio o en los Scouts. La mujer es feliz: lo que más quiere en el mundo, va dentro de aquel coche. Fuera, el azul del cielo, las nubes, los árboles… Además, todos esperan ilusionadamente, la paella que comerán en “Sánchez”, el Restaurante que cae de camino. Los niños lo saben: “Mamá: ¡ tenemos hambre¡…”. A veces éstos se cansan del coche y se pelean. El padre amenaza con parar, si la cosa sigue así. Aquel coche hace familia. Quizá los padres rezan el rosario en voz alta… La mujer mira de vez en cuando el perfil de su marido. Es un buen perfil. Siempre lo fue. Ya de novios, ella buscaba ese encuentre…

Luego, pasa el tiempo; otras mujeres, las hijas o las nueras irán de copiloto,
el hijo o yerno, con buen o mal perfil, conducirá el coche, y aquella mujer ahora es “la abuela”. Ella casi no se lo cree, el espíritu no envejece Con suerte tendría, si cabe, un lugar en el asiento de atrás. Declinará el honor. Conoce bien la grata atmósfera que disfrutó hace años y no está dispuesta a perturbarla con su presencia. Que disfruten ahora, que hagan acopio de buenos ratos para cuando hayan crecido los chicos y las cosas no sean tan fáciles.

Que buena la memoria que nos permite vivir muchas veces. Que buena la escritura que nos permite dejar constancia de la memoria.