02 julio, 2009

Blonda

Anoche, viendo “La carta”, la gran película William Wyler, admiré la cara de Bette Davis, bellamente enmarcada por una mantilla de blonda y también sus grandes ojos azules, a los que tanto juego sabe dar, aún en blanco y negro. En fracción de segundos eran capaces de pasar de la locura, a la sensatez y al cariño, según contemplara, en el jardin de su hacienda una luna enmascarada entre nubarrones, o bien vuelta hacia su marido – a quien engañaba - mirara a éste con expresión de no haber roto un plato en su vida.

Un bello rostro enmarcado en blonda blanca es algo muy serio
Al hilo de película e interpretación y pensé cuanto hemos perdido las mujeres de encanto en el vestir, ya antes de ir vestidas de ejecutivo. Días antes había vuelto a ver “Brigadoom”. Desde que la vi de niña, recordaba perfectamente, antes de que saliera la escultural Cyd Charisse, a coger brezo y encontrarse con Dane Kaye, el hermoso vestido de baile de ésta: color marfil, escote discreto, cuerpo ceñido y falda por encima del tobillo, de mucho vuelo, que al bailar dejaba ver amplias enaguas color coral.

Dejando a parte el refrán de que el hábito no hace al monje, me pregunto: ¿No habrá una fuerte relación en como se viste a una mujer – la moda y quienes comercian con ella - y el concepto a nivel social que de una mujer se tiene? Hoy una mujer de cualquier edad con la autoestima en su sitio, se las ve y se las desea para elegir algo que pueda llevar sin sonrojo,por su indecencia o por su ordinariez. Parece como si rigiera en ese campo el slogan: “ Para lo que vales, con ese zarrio basta”.