Roma en tiempos de San Pablo
“En la Roma de entonces solo estaban a sus anchas los millonarios y los obscuros individuos del Oriente. Pero para el que buscaba el interior recogimiento y quietud como Pablo, Roma era un lugar terrible. Roma en tiempos del Apóstol tampoco era de aquella belleza embelesadora que celebran poetas posteriores, y que Fulgencio canta con estas palabras: “¡Cuán hermosa debe ser la Jerusalén celestial, cuando ya la Roma terrenal brilla con tales fulgores¡”. El vivir en los barrios comerciales era muy desagradable e insalubre a causa de la estrechez de las calles, de la falta del aire, del mal olor de las sobras de la comida, que se echaban a la calle y de los continuos peligros e incendio. El Tiber, por su carácter santificado como deidad, no podía regularse y provocaba frecuentes epidemias a consecuencia de inundaciones. Las casas eran altas y estaban mal construidas. Marcial cuenta de un hombre que tenía que subir doscientos escalones para llegar a su aposento. El ruido de las calles era insoportable. Por la noche los carros que conducían mercancías, al pasar por los fragosos empedrados, producían un sonido estrepitoso, desde las siete de la tarde hasta la salida del sol. Durante el día iban poor la calle los músicos sirios y sacerdotes mendicantes de Isis y Cibeles con el estridor de instrumentos de planchas metálicas y con estruendo de cascabeles. El inquilino pobre tenía que habitar al lado de la calle, los ricos vivían hacia el patio interior (peristilo). Así la vida en una casa de alquiler en el ardiente verano de Roma. Fue para Pablo no pequeño sacrificio.”
(San Pablo heraldo de Cristo de Josef Holzner)
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