05 marzo, 2009

Sobre la Eucaristía

Si a las muchas mujeres que llenan a diario “El Corte inglés” les preguntásemos si creen en la presencia real de Cristo en la eucaristía, es muy probable que contestaran afirmativamente. Sin embargo, aquel está lleno y la iglesia de la clarisas, y otra cualquier otra, en la que el Santísimo en la custodia, está expuesto muchas horas al día, para la adoración de los fieles, están prácticamente vacías. Es éste un sin sentido de la especie humana, ante el que no me resigno.

Ayer, leyendo la vida de San Pablo de Holzner, encontré sobre la Eucaristía
algo que merece leerse atentamente:

“Los tiempos en los que palpitaba lleno de vida el corazón eucarístico de la Iglesia, eran tiempos de condición elevada, encumbrados, brillantes, como aquellos tiempos del siglo XIII llenos de vida cuando Santo Tomás de Aquino compuso sus himnos a la Eucaristía. Eran tiempos de fe, de ciencia creyente, de las Órdenes de gran esplendor. Por el contrario, cuando estas pulsaciones eran más bajas o más débiles, han sido tiempos de fatiga espiritual, de indiferentismo, de frialdad jansenista de sentimientos, de sequedad de espíritu liberal, de las dudas de la Ilustración, de la decadencia del fervor misionero. Los tiempos en que los fieles solo con temor y de lejos miraban al tabernáculo, como los judíos en el desierto al Sinaí que vomitaba fuego, fueron tiempos de muerte espiritual: “De aquí es que hay entre vosotros muchos enfermos, y sin fuerzas, y muchos que mueren” (1Cor 11,30). El alma apostólica , según palabras de Pío XI, es el “el alma piadosa devota de la Eucaristía”.

Ese gran apóstol que fue Juan Pablo II ¿No nos dejó como herencia el 17 de agosto del 2003 su “Ecclesia de Eucaristía”?