06 marzo, 2009

Alcañiz

El cura de Alcañiz, a las narices llamaba la nariz,
y el cura de Alcañices, a la nariz llamaba las narices.
Y vivían felices, el cura de Alcañiz y de Alcañices.

Mi padre decía a veces eso. Como decía también:

Si quieres ser feliz, como me dices
No analices, Ramiro, no analices.

Mi madre cantaba lo de:

Miguel Pellicer, vecino de Calanda
tenía una pierna muerta y enterrada…

Mi hermana metía en sus redacciones de colegio a un perro vagabundo y a mí me gustaba cantar a voz en grito:

De piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera…

Hoy sería el aniversario de la boda de mis padres: 6 de marzo de 1938 a las 7,30 de la mañana en la iglesia de Santa Engracia de Zaragoza. Los dos con traje de calle. Con la guerra civil, para fiestas no se estaba. Mi madre era de Alcañiz, que es para mi como Macondo para García Márquez. Pero más alegre.

Miguel Alcañiz, amigo de mi hijo Juan, se ha echado novia. Resulta que la conozco: una chica alta rubia, guapa, inteligente y buena, que para mi hijo mayor la hubiera querido yo. Y se la hubiera presentado, si me hubiera dejado.

Y con esto y un bizcocho…