24 septiembre, 2008

Ingrid Betancourt

Hoy, que es la festividad de Nuestra Señora de la Merced, he acabado el día oyendo hablar de Ingrid Betancourt. Lo he encontrado muy propio y se me ha ocurrido entrecomillar información sobre ella aparecida en el suplemento de ABC Alfa y Omega,que sale los jueves:

“Durante su cautiverio, Betancourt solo tenía dos libros, la Biblia y el diccionario, además de una radio que la mantenía en contacto con el mundo. UN día escuchando la Radio Católica Mundial, su vida cambiaría al descubrir las promesas que hizo el Sagrado Corazón de Jesús a quien decida consagrarle su vida. Entre estas quedó impresionada por la primera (tocar el corazón duro de quienes le hagan sufrir), y por la ayuda en el tránsito de la muerte. “Esto es para mí – se dijo a sí misma - . Yo necesito que Dios toque el corazón duro de la guerrilla. Yo necesito que la empresa mía, que es la de obtener la libertad de todos nosotros, Él la tome para sí, la bendiga y permita que esto suceda. Y yo necesito que él me acompañe a llevar esta cruz, porque yo sola ya no puedo más”.

“En sus palabras espontáneas pronunciadas en Roma, Betancourt también hizo un llamamiento precisamente a las personas que no creen, o como ella dice, “que están enojadas con Dios y no quieren creer “. Porque efectivamente, “hay muchas personas a quienes les da vergüenza creer en Dios. Yo lo único que les puedo decir que hay alguien que nos oye y nos habla con palabras y que, si nosotros entendemos cómo hablarle a Él, Él nos va a ayudar”.

“En toda su experiencia – reconoce - hay un secreto: el haber descibierto, meditando los evangelios, la ternura de Dios a través de la Virgen María.
“Comprendí la dimensión de ésta mujer, su carácter, su valentía, su inteligencia para hablar a su Hijo. Comprendí toda esta dimensión y entendí que podía hablar con Ella, porque sabía que me entendería. Entonces empecé a tener una relación más íntima con María, porque no me atrvía a hablar con Jesús. Sentía que estaba demasiado…demasiado lejos, demasiado alto, perfecto, demasiado Dios”.

Hoy dice a quien quiera escucharlo: “Dios hace bien las cosas, Dios hace las cosas bien”.