09 septiembre, 2008

Hablando con Tere

Desde que nació Álvaro, llevo un montón de días sin poder escribir y aprovecho ahora que tengo media hora para hacerlo. La verdad es que la comunicación con los demás ha seguido porque se puede decir que no he estado un momento sola.

Ayer hablé por teléfono con Tere, y me dijo dos cosas bonitas:

La primera : hablando de que no me explico que con el peso, físico y moral, que lleva una de mis hijas, esté físicamente lo bien que está, me dijo: “Dios pone gracias, donde pone cruces” . Me gustó la frase. Que Dios ayuda a llevar la cruz, cuando ésta lo es realmente y no fruto de la propia imaginación, es algo por muchos sabido, pero hay como una mayor fuerza de convicción en ese argumento, cuando como en este caso, es expresado por una frase lograda.

La segunda : hace referencia a la oración y no la puedo considerar más relajante. Me explico: A lo largo de la vida, se va conociendo mucha gente y como hombres y mujeres somos indingentes, y desvalidos, va aumentando inexorablemente la lista de aquellos por quienes tenemos que rezar, que en eso entre otras cosas se demuestra que se tiene corazón y cabeza, a este aumento de lista, a medida que vamos cumpliendo años, se refería C.S.Lewis, en “Si Dios no escuchara”. Situación ésta que puede llegar a agobiar. Al hacerle notar esto, a Tere en mi conversación con ella y recomendarle que a mi me olvidara porque lleva muchos años rezando por mi familia, Tere me contestó: “Rosa, no eres para mí ningún peso. Vamos a ver: nosotros tenemos limitaciones, entre ellas nuestra mente, pero Dios no. ¿Qué dificultad hay en que yo le diga a Dios que cada vez que me acuerdo a alguien, se lo estoy encomendando? El ya lo sabe. Y por mi cabeza pasan muchas personas y muchos asuntos a lo largo de cada día”. Realmente bien mirado eso es vivir la filiación divina, a la que seguro le sacamos un rendimiento bajísimo, por tontos.