Vida con mayúscula
Mientras esperábamos el ascensor, mi vecino, cercano a los noventa años, me dijo, no recuerdo a propósito de que : “Esta vida con minúscula, si se considera como preámbulo de la Vida con mayúscula es estupenda, si no se considera así, no vale la pena ”. Me pareció una frase digna de ser archivada. ¿Quiénes defendemos la vida, esta vida? Mucha gente. Pero quienes desde luego la defienden son los que consideran que “este mundo es el camino para el otro que es morada sin pesar”. Quienes creen que hay otra Vida. Y con esto que vengo diciendo pueden muy bien enlazarse unas palabras que dijo Benedicto XVI a los más de 350.000 jóvenes reunidos en el hipódromo de Sándwich al clausurar la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney: “Reforzada por el Espíritu y con una rica visión de la fe, una nueva generación de cristianos está llamada a contribuir a la construcción de un mundo en el que la vida sea acogida, respetada y cuidada con atención, no rechazada como una amenaza y por tanto destruida”. Hace dos días, he tenido la oportunidad de ver al nieto de una amiga mía, que también vive en mi finca: es un niño rubio de ojos azules, de siete meses. Es un niño precioso. Un niño de anuncio. Recuerdo la preocupación de su abuela cuando sus padres consideraban la posibilidad de practicar un aborto porque les dijeron en una Clínica, de cuyo nombre no quiero acordarme, que el niño no sería normal. Aterra pensar cuantos niños como éste no han tenido la suerte de nacer.
(carta enviada a "Las Provincias" el 17 de sreptiembre del 2008, día en que mi nieto Juan cumple cuatro años).
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