17 septiembre, 2008

Bautizo

El dos de septiembre bautizaron a mi nieto Nacho. ¿Qué nombre queréis imponerle?- preguntó Don Javier Santos, el sacerdote, a sus padres. El padre respondió: “Ignacio Bartolomé”. Yo me alegré de ese acto de machismo. Lo encontré muy puesto en razón. Durante todo el embarazo a Nachito le llamaban Bartolito, porque estaba dentro de la barriga. Era un nombre cariñoso como Pocoyo, que tiene obsesionada a su hermanita Vega. El padre de Nachito siempre decía que le iba a poner Bartolomé, ante las protestas de la madre. Había broma con eso. Pero Bartolomé se llama. Y yo me alegro por varias razones: San Bartolomé es el nombre de la parroquia del niño, Bartolomé, es un apóstol, y por si fuera poco, llevó el cristianismo a la India ( la India en nuestra casa, después de haber estado Juan allí medio año y recibir sus cartas escritas a orillas del Ganges, no es un país cualquiera) y además Bartolomé es Natanael. Y como tal goza de mis simpatías. A mi me dijeron una vez, mirándome cariñosamente, después de haber oído la lectura del evangelio de San Juan en el que se narra el encuentro de Cristo y Natanael: “Tu eres Natanael”. Era un elogio. Cristo al ver a Natanael había dicho: “ Ahí tenéis a un israelita en quien no hay doblez”.

Para quien quiera leer el pasaje está Jn1,43-50. Es un pasaje precioso.

El saberse los evangelios además de la mejora moral que ello pueda suponer, es un tesoro inapreciable: un archivo asequible de hermosas historias que ayudan a vivir y a conocer al hombre. Quien los conoce bien, es sabio.

El sacerdote en su pequeña homilía contó que San Luis rey de Francia, siempre firmaba como “Luis de Poisy” y al decirle sus cortesanos que por que no firmaba “Luis rey de Francia”, contestó porque en Poisy fue donde me bautizaron, allí me hice hijo de Dios. También nos dijo que el no bautizar a un niño, para que sea él el que elija de mayor, no tiene sentido: se le alimenta, se le inscribe en un colegio, se busca el ambiente en el que queremos que crezca. En definitiva se elige por él, se le educa. Solo si le damos esa opción, cuando llegue a ser mayor podrá ejercer su libertad, podrá decir: Dios, sí o Dios, no. Por mi parte pienso que hay que darle a los hijos con cariño aquello que con cariño nos dieron a nosotros nuestros padres.