11 septiembre, 2008

SIDNEY

( Algunas de las cosas que Benedicto XVI dijo en la Jornada Mundial de la Juventud de Sidney)


Es el Espíritu quien da la sabiduría para discernir el sendero justo y el valor para recorrerlo.

Que por obra del Espíritu los jóvenes reunidos en la Jornada Mundial de la Juventud tengan la audacia de llegar a ser santos. Esto es de lo que tiene necesidad el mundo más que de cualquier otra cosa.

Para mi este vuelo ha sido en cierta medida motivo de aprensión. Sin embargo la vista de nuestro planeta desde lo alto ha sido verdaderamente magnífica. El relampagueo del Mediterráneo, la magnificencia del desierto nortafricano, la exuberante selva de Asia, la inmensidad del océano Pacífico, el horizonte sobre el que surge y se pone el sol, el majestuoso esplendor de la belleza natural de Australia, todo eso suscita un profundo sentido de temor reverencial.

La libertad y la tolerancia están frecuentemente separadas de la verdad.

Hoy está muy difundida la idea de que no hay una verdad absoluta que guie nuestras vidas.

El relativismo, dando en la práctica valor a todo, indiscriminadamente, ha hecho que la “experiencia” sea lo más importante de todo.

Las experiencias, separadas de cualquier consideración sobre lo que es bueno o verdadero pueden llevar, no a una auténtica libertad, sino a una confusión moral o intelectual, a un debilitamiento de los principios, a la pérdida de la autoestima, e incluso a la desesperación.

La vida no está gobernada por el azar, no es casual. Vuestra existencia personal ha sido querida por Dios, bendecida por Él y con un objetivo que le ha sido dado.

La vida no es una simple sucesión de hechos y experiencias, la novedad se hace pasar como belleza y la experiencia subjetiva suplanta la verdad, por útiles que pudieran ser. Es una búsqueda de lo verdadero, bueno y hermoso.

No os dejéis engañar por los que ven en vosotros simples consumidores en un mercado de posibilidades indiferenciadas, donde la elección en sí misma se convierte en bien, la novedad se hace pasar como belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad,

Queridos amigos, en casa, en la escuela, en la universidad, en los lugares de trabajo y diversión, recordad que sois criaturas nuevas. Como cristianos estáis en este mundo sabiendo que Dios tiene un rostro humano, Jesucristo, el “camino” que colma todo anhelo humano y la “vida” de la que estamos llamados a dar testimonio, caminando siempre iluminados por su luz.

Nos damos cuenta cada vez más de lo necesaria que es la humildad ante la delicada complejidad del mundo de Dios.

¿Sabemos reconocer que la dignidad innata de toda persona se apoya en su identidad más profunda como imagen del Creador y que, por tanto los derechos huimanos son universales, basados en la ley natural y no algo que depende de negociaciones o concesiones, fruto de un simple compromiso?

El Bautismo es la puerta de dentrada en la Iglesia y el vínculo de unidad para cuantos han renacido gracias a él, es consiguientemente el punto de partida de todo el movimiento ecuménico.

Aunque hay todavía obstáculos que superar, podemos estar seguros de que un día una Eucaristía común subrayará nuestra decisión de amarnos y servirnos unos a otros a imitación del Señor.

Hemos de estar en guardia contra toda tentación de considerar la doctrina como fuente de división y, por tanto, como impedimento de lo que parece ser la tarea más urgente e inmediata para mejorar el mundo en wque vivimos.

Un deber que se impone a quien tiene espíritu religioso es demostrar que es posible encontrar alegría en una vida simple y modesta, compartiendo con generosidad lo qaue se tiene de más con quien está necesitado.

Hombres y mujeres no solamente están dotsados de la capacidad de imaginar cómo podrían ser mejores las cosas, sino también de emplear sus energías para hacerlas mejores.

Si somos codiciosos, si nos negamos a compartir lo que tenemos con los hambrientos y los pobres compartimos nuestros bienes en una falsa divinidad.

Tal vez habéis tomado decisiones de las que ahora os arrepentís, elecciones que, aunque entonces se presentaban muy atractivas, os han llevado a un estado más profundo de miseria y abandono. El abuso de las drogas o del alcohol, participar en actividades criminales o nocivas para vosotros mismos, podrían parecer entonces como la vía de escape para una situación de dificultad o de confusión.

En todos los Evangelios, vemos que Jesús amaba de modo especial a los que habían tomado decisiones erróneas, ya que una vez reconocida su equivocación, eran los que mejor se abrían a su mensaje de salvación.

La sociedad contemporánea sufre un proceso de fragmentación por culpa de un modo de pensar que por su naturaleza tiene una visión reducida, porque descuida completamente el horizonte de la verdad, de la verdad sobre Dios y de la verdad sobre nosotros.

El relativismo no es capaz de ver el cuadro en su totalidad.

Lamentablemente, la tentación de “ ir por libre” continúa. Algunos hablan de su comunidad local como si se tratara de algo separado de la así llamada Iglesia institucional, describiendo a la primera como flexible y abierta al Espíritu, y la segunda como rígida y carente de Espíritu

Hay momentos en que podemos sentir una cierta satisfacción fuera de Dios. Jesús mismo preguntó a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?”

El Espíritu Santo es Dios que se da eternamente; al igual que una fuente perenne, Él se ofrece nada menos que así mismo. Observando este don incesante, llegamos a ver los límites de todo lo que acaba, la locura de una mentalidad consumista.

Haced que el amor unificador sea vuestra medida, el amor duradero vuestro desafío y el amor que se entrega vuestra misión.

Este mismo don del Espíritu Santo será mañana comunicado solemnemente a los candidatos a la Confirmación. Yo rogaré: “Llénalos de espíritu de sabiduría y de inteligencia, de espíritu de consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y de piedad; cólmalos del espíritu de tu santo temor”. Estos dones del Espíritu “cada uno de ellos – como nos recuerda San Francisco de Sales – es un modo de participar en el único amor de Dios. No son ni un premio ni un reconocimiento. Son simplemente dados. Y exige por parte de quien los recibe una sola respuesta: “Acepto”.

Lo que constituye nuestra fe no es principalmente lo que nosotros hacemos, sino lo que recibimos.

La gracia del Espíritu Santo, no es algo que podamos merecer o conquistar; podemos solo recibirla como puro don. El amor de Dios puede derramar su fuerza solo cuando le permitimos cambiarnos por dentro. Debemos permitirle penetrar en la dura costra de nuestra indiferencia, de nuestro cansancio espiritual, de nuestro ciego conformismo con el espíritu de nuestro tiempo.

En muchas de nuestras sociedades, junto a la prosperidad material, se está expandiendo el desierto espiritual, un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación.

María, mujer joven que conversa con el ángel, que la invita en nombre de Dios, a una particular entrega de sí misma, de su vida,de su futuro como mujer y como madre.

El Espíritu fue el que le dio fuerza y valor para responder a la llamada del Señor.

Dios se reveló de modo parcial y gradual, como hacemos todos en nuestras relaciones personales.

En la vida real no fue tan fácil. Fueron muchas las dificultades que María tuvo que superar al afrontar las consecuencias de aquel sí al Señor