¿Causa perdida?
Decir hoy que la auténtica realización de la mujer está firmemente anclada en su maternidad sea ésta biológica o no ( ahí está la Madre Teresa de Calcuta) podría muy bien ser una causa perdida, pero ello no significaría que no fuese verdad. Es bueno, para la salud mental, distinguir entre lo que se dice de las cosas y lo que las cosas son. Distinción que cada vez resulta más difícil por el bombardeo publicitario a que, nos guste o no, estamos sometidos salvo que nos vayamos a la trapa que no es el caso.
Y digo esto porque me ha conmovido el dato que Stanislao Dziwisz, que acompañó a Juan Pablo II como secretario durante cuarenta años: doce en Cracovia veintisiete en Roma, da de su propia vida en “ Una vida con Karol”. Don Stanislao fue el quinto hijo de los siete que tuvieron Dzivisz. El padre era un obrero del ferrocarril que murió arrollado por un tren a los 39 años. Lo cuenta así: “Mi padre, como todas las mañanas, se dirigía hacia el trabajo; mientras estaba atravesando una vía, un tren lo arrolló. Tenía solo 39 años. Cuando nos dieron la noticia, me invadió en el acto un frío helador: nunca más volvería a sentir sus manos sobre mis hombros. Mi madre era una emujer llena de fe y de coraje. A pesar del inmenso dolor que sentía en el corazón, nos colmó de amor. Y consiguió sacarnos adelante a los siete, multiplicando, no se sabe cómo el dinero de su modesta pensión.”
Quienes somos algo mayores hemos conocido algún caso así. El heroísmo de mujeres que no ha ocupado nunca una sola línea de periódico. No lo necesitaban. Solo los fuertes pueden vivir sin el reconocimiento de sus méritos.
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