17 julio, 2008

Teléfono después de cenar

La velada, ese tiempo hermoso en que acabados los deberes llega el asueto, es un momento espléndido para llamar por teléfono. Hay mucha mujer que vive sola y aborrece la televisión tanto como yo, y no le viene mal oír durante un ratillo – gracias a la tarifa plana- una voz amiga .Ayer llamé a Conchita, de la que recuerdo haber escrito aquí. Conchita, viuda desde los 27 y madre de dos hijos, tiene noventa años y vive sola. Tenía una cierta mala conciencia porque hace mucho que no sacaba tiempo para ir a verla, así que le pregunté : “ ¿A qué misa vas?”, para ver si yo podía ir a su misa en nuestra antigua parroquia. Ambas le tenemos cariño, y así tenemos una excusa para ir San Andrés, que ni a ella ni a mí nos viene a mano. “A la de nueve” me contestó. Me quedé de piedra: noventa años misa de nueve diaria. Hablar con gente mayor y la cabeza bien puesta siempre es estimulante. Aventuré: “¿Vas a misa en ayunas?”. Y contestó: “Sí, y a veces voy después voy al mercado y así cuando llego a casa desayuno más a gusto”. No pude dejar de decirle: “Ya puedes dar gracias por el cuerpo serrano que Dios te ha dado.” Empezamos, fácilmente a hablar de salud. Conchita no prueba la leche, como poca muy poca carne y toma mucha fruta. No ha hecho gimnasia en su vida y sigue teniendo una figurita apañada. Me contó que cuando conoció a su futura suegra, ésta dirigiéndose a su hijo le dijo: “Te has buscado una novia frágil, te quedarás viudo pronto”. Conchita es una buena narradora, deja que sus palabras hagan efecto sin subrayarlas. Añadió: “la gente solo se muere cuando Dios quiere. Yo a la muerte no le tengo miedo, le tengo miedo a la enfermedad.” Como yo a la muerte un cierto respeto si le tengo, continuó: “Yo tengo mucha devoción al Sagrado Corazón de Jesús, durante estos noventa años siempre ha estado a mi lado, no creo que me vaya a dejar sola cuando me muera”. Cuando colgué el teléfono me dije a mi misma que la conversación con Conchita la contaría desde la azotea.