Que tengas un buen día
Esta mañana, desayunando en mi terraza atiborrada de plantas que de vez en cuando me sorprenden con una flor de jazmín ( para demostrar la existencia de Dios, no hacen falta argumentos bastan cuatro plantas aromáticas: jazmín. magnolia, azucena y nardo), reflexionando sobre lo que necesitamos todos la alegría para vivir me han venido a la cabeza esos versos de Gabriela Mistral, que bien podrían, a modo de oración iniciar nuestra jornada:
“En este nuevo día / que me concedes Oh Señor
dame mi parte de alegría / y haz que consiga ser mejor”
Y me he acordado de mi amiga Maribel que una vez me mandó una postal la imagen de La Virgen de la Alegría que se venera en la catedral de Barcelona y siempre que puede, para contrarestar mi discurso cuando éste lleva aparejada una cierta exigencia moral, como sacudiéndose una mosca molesta, expresa su entusiasmo por esa frase que oímos en la misa: “Llenos de alegría por ser hijos de Dios…”
Sí, Maribel tiene razón: hemos de estar alegres porque, por el bautismo, somos hijos de Dios. Es una alegría espiritual que no por serlo deja a veces de llenar el corazón y es joven y contagiosa. Aunque a veces también lloramos por dentro y nos esforzamos porque ese llanto no trascienda. Saber que Dios mira el corazón del hombre y no le pasan inadvertidas nuestras mansas lágrimas ocultas y un día las enjugará, o como dice San Pablo: “sabed que los sufrimientos de la vida presente, no son comparables a la gloria que un día se nos manifestara”, es una manera de empezar el día con moral. De tener un buen día.
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