29 junio, 2008

El dragón dormido

Ayer día 28 tuve que ir a recoger la declaración de hacienda. Quizá “ hacienda” debería ir con mayúscula, no la pongo. Es mi pequeña venganza: porque además no siempre se administra bien el erario público. Recuerdo que Bruckberger decía, poco más o menos, que una de las ventajas de morirse es escapar al fisco. Él, dicho sea de paso, creía o cree en la Resurrección de la carne. Pues tuve que ir como digo a recoger la declaración y después al banco, a presentarla. Hacía bastante calor y hacía esas gestiones con mis dos nietos: Alex de diez años y Belén de cinco. Ya antes de recogerlos había tenido que ir a sustituir a Maida, la encantadora boliviana que cuida a estos, y tres más, y darle el biberón a Pablito, nacido en enero en previsión del Año Paulino que hoy comienza. La madre de los niños es profesora, pero aunque éstos no tiene Colegio, las madres tienen que seguir trabajando en ellos unos días. Maida, que tenía que ir a ver al abogado que gestiona sus papeles, se fue también acompañada de la pequeña Carla de un año. Alex y Belén en el autobús comenzaron a “chincharse”. Después de un rato de “dame que te daré”, el cogió los tobillos de Belén y se los retorció un poco diciéndole: “déjame en paz, que tengo más fuerza que tú”. Al ver que podía habérselo dislocado, no lo pude resistir y le chillé: “¡A las mujeres no se las maltrata. Es de cobardes¡”. “¡Pero es ella la que empieza¡” – contestó en un tono lacrimoso -. “¡Pues defiéndete, pero no ataques¡”. Al fin llegamos a casa, tras beber algo frío entendieron que tenían que dejarme rezar sola un rato en mi cuarto, para no estar de mal humor. En ese tiempo de reflexión me dí cuenta de que lo que le había censurado a Alex, lo había hecho yo también: los dos, el de forma física y yo con el tono de voz habíamos empleado la fuerza ante el débil. Y es que como dijo Juan Pablo II en el Bernabeu: “la violencia, engendra violencia”. Todos llevamos dentro un dragón dormido. Y ya sabemos que el calor, quita el sueño.