La vida y sus vueltas
Quien escribe pretende, entre otras cosas, apresar los días. Que no se escapen como agua entre peñas. Eso quiero hacer yo con el 28 de marzo de éste año. Más bien con la tarde de ese día. Nunca me pasa inadvertido el 28 de marzo porque ese día fue la ordenación sacerdotal de San Josemaría Escrivá, creo que en 1925. Mi gratitud por esa ordenación es grande y suelo rezar ese día por todos los sacerdotes: los que hay y los que vendrán. Al hacerlo, año tras año rezaba por mi hijo segundo a quien siempre he visto Cardenal, porque el soñar es gratuito y condiciones tiene.
Mi hijo segundo no va por mis caminos, sino por los suyos y espera un hijo
para septiembre. Ha sido la sorpresa de este año. Días antes llamé por teléfono a la futura madre, a la que a penas conocía, para irnos a merendar una tarde: “Elige día, sitio y hora”- le dije. Eligió el viernes 28, las 6,30 y la cafetería “El Siglo”. Me encantó. No solo el día, para mí entrañable, sino el lugar. He ido yo mucho por “El Siglo” cuando era muy joven y tengo de allí muy buenos recuerdos.
Para rezar por María Jesús que, Dios mediante, será la madre de mi nieto, fui a oír misa de 5,30 a la Basílica de la Virgen. Me coloqué cerca del altar de San José – hombre bueno y fiel – y recordé cuando, colocada en ese mismo sitio, hace dieciocho años, iba allí casi a diario a buscar consuelo y
fuerzas para poder cuidar la última y dura enfermedad de mi madre. Ahora eran una madre joven y un niño de camino quienes ocupaban mi cabeza. La vida no siempre empeora con los años.
Me alegraba igualmente de que mis sueños hubieran quedado en agua de borrajas, porque el Señor, sabe más.
En la hora que pasé con María Jesús, estuve a gusto. Me dejó hablar. Me enseño la ecografía del niño. Cuatro meses y se veía completamente a “Pulgarcito”: la nariz, los ojos los deditos de los pies…
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