27 marzo, 2008

Cartel

El ver los hermosos frescos de Giotto revistiendo la Capilla de los Scrovegni, me ha traído un simpático recuerdo: cómo las monjas teresianas nos explicaban la Historia Sagrada a las niñas, cuando aún no sabíamos leer. Sabias madres teresianas que aprovechaban, para lo importante el tiempo en que nuestras neuronas están más despiertas. Colocaban en la pared unos carteles monumentales donde las respetables figuras iban plasmando escenas con a Adán y Eva, Moisés, Jesús junto al pozo con la samaritana…La Madre Felisa – que se dio cuenta antes que mis padres de que yo me inclinaba mucho y gracias a ella me pusieron paletillas - mientras hablaba, iban señalando las distintas escenas con un largo puntero. Solo el hecho de intentar colgar en la pared un cartel de semejante tamaño ya despertaba nuestra atención. Nos tenía expectantes: aquello que después vendría, era importante.

Entre los carteles, recuerdo especialmente uno: un hombre, tratando de pasar un puente entablonado, en uno de cuyos tramos, faltaban tablones.
Naturalmente el puente no se podía pasar. Los tablones eran los Mandamientos de la Ley de Dios, había que cumplirlos todos para pasar de esta orilla a la otra. Tras el hombre iba su ángel de la guarda, que nos acompaña en el camino de la vida.

Los niños son gente seria y como a tales hay que tratarlos, considero totalmente desacertado esos libros de religión en los que Sanson, Judit, Holofernes o cualquier otro personaje del Antiguo o del Nuevo Testamento
es uno monigote desangelado, que lejos de acercar el personaje al niño hace que este lo trivialice y se desinterese de él.