20 marzo, 2008

Mi madre

Mi madre cuando se le perdía algo, además de ofrecerle dinero a San Antonio de Padua, para el cepillo del pan de los pobres a veces, rezaba alegremente su responso que yo aprendí de memoria de oírselo. Dice así:

“Si buscas milagros mira, muerte y error desterrados,
miseria y demonio huidos, leprosos y enfermos sanos.
El mar sosiega su ira, redímense encarcelados.
Miembros y bienes perdidos recobran mozos y ancianos.
Cuéntenlo los socorridos, díganlo los paduanos.
Ruega a Cristo por nosotros, Antonio bendito y santo,
Para que dignos seamos de vuestras santas promesas.
Amén.”

Creo que era más largo pero lo que yo recuerdo es esto.
Y si traigo a colación a San Antonio es porque mi hijo mayor está hoy el Padua. A ver si viene de allí con una buena novia. Ya que encuentra novios y novias además de cosas perdidas.

La amiga Virginia de mi madre, le tenía una gran devoción. Una vez me dijo, como para frenar mis ímpetus apostólicos: “Cuando ha hecho falta, allí ha estado Él”. Pero ese Él era Jesucristo.

De recién casada me regalaron una manta naranja, como el pulpo de mi nieto Juan, maravillosa. El lema publicitario era: “Mantas paduanas, noches de confort”. Hoy el lema sería sexuado. Antes se tenía vergüenza, y la mirada más prfofunda.