Giotto
La tarde de mi segundo día de Pascua, se ha visto coloreada por la pintura de Giotto. Pero aunque muy bella, sin competición posible con el luminoso cielo añil con nubes soleadas que hemos podido disfrutar hoy en Valencia. El que en una tarde así no sea capaz de ver a Quien ha desplegado los cielos…mucha vista no tiene.
Ha venido de Italia mi hijo mayor con tres rosarios para mí ( por si quiero regalar alguno) y un hermoso libro de ilustraciones sobre la Capilla de los Scrovegni en Padua, revestida en su totalidad por los frescos de Giotto. Resulta que al padre del tal Scrovegni, que era usurero, Dante, en “La divina Comedia” lo metió en el infierno. Y el hijo, que no debía tenerlas todas consigo, respecto a su salvación, regaló la tal Capilla como penitencia por sus pecados. He ahí un hermoso fruto, en sentido litera, del santo temor de Dios, uno de los siete frutos del Espíritu Santo del que, no se sabe porque algunos sacerdotes en sus predicaciones han dejado de hablar, pese a lo eficaz que resulta cnsiderarloo a la hora de deslizarse por el plano inclinado.
Y para muestra un botón: Santina, una mujer muy guapa, que ya está en el cielo. Y que por su enorme atractivo no le faltaron ocasiones de perder su virginidad (¡ que cosas¡ decir eso hoy) me dijo una vez que a ella, en su trato con hombres atractivos siempre le ayudó mucho el miedo al infierno.
El tal Scrovegni hizo en su día una obra magnifica, que llega hasta hoy no solo para el arte, sino para la catequesis. En el siglo XIII la gente no sabía leer y la vida de Cristo la aprendían por los cuadros. Hoy la gente sabe leer y a lo mejor por los cuadros leen el evangelio.
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