La ciudadanía y un inglés sabio
A mí eso de la ciudadanía me gusta poco. Me trae resabios de cabezas cortadas en la Place de la Grève. Tampoco me gusta nada que el estado, se salga de madre, nunca mejor dicho (a las madres nos gustar ser nosotras las que eduquemos y aquellos en quien delegamos) nos amenace moldeando a todos los que aún no está moldeados, con “La educación para la ciudadanía”, la nueva asignatura que los socialistas se han sacado de la manga. Pero de esto ya hablé. Si me acuerdo ahora de la guillotina es porque he leído con gusto “Lady Ludlow” de Elizabeth Gaskell (1810-1865), en la que entre otras cosas, Virginie y Clèment, ambos de ancia aristocracia, pierden sus jóvenes y hermosas cabezas, él por salvarla a ella y ella por no querer casarse con el plebeyo señor Mourin que con esa condición la libraba de la cuchilla. Como siempre me ha dado, llegar al punto final y desprenderme de esos y otros personajes cuyas peripecias he seguido a lo largo de 280 páginas.
Ahora he empezado a leer “Herejes” de mi amigo Chesterton. ,(¡874-1936) Me la ha regalado Juan, y el catalizador para ello ha sido encontrar en “El País Semanal” una pequeña columna titulada “¡VIVA Chesterton¡” que dice entre otras cosas: “.. su obra atravesada entera por un quirúrgico método paradójico tan agudo como fascinante, resulta en los tiempos que corren más que deslumbrante. Quizá por ello, y con el permiso de Borges que idolatraba, siempre dentro de sus parámetros emocionales, a Chesterton, el autor inglés ha sido recuperado en los últimos tiempos por varias editoriales.”
Cuando se tiene sentido común, talento, valentía y amor a la verdad, las obras literarias, no solo atraviesan los siglos sin problemas, sino que en el caso de Chesterton cabalgan por ellos bizarra y alegremente.
Cuando Juan tenía alrededor de 17 años, yo puse en sus manos “Ortodoxia”. Ahora que tiene 38, él ha puesto en las mías “Herejes”. Educar es eso, entre otras cosas.
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