Francisca
Esta mañana he llamado a Francisca para felicitarla. Hoy es San Francisco de Asís y ayer era San Francisco de Borja. Francisca no sabe cual de los dos s su santo. Tampoco sabe lee ni escribir, pero sabe mucho de cuentas, porque llegó a Valencia con nueve años y su maleta de cartón a “servir en una buena casa” y ahora tiene, además de marido tres hijos y dos nietos, casa, chalet otro piso alquilado y coche. Como Francisca es del Castillo de Garci muñoz, en cuya defensa perdió la vida Garcilas de la Vega, yo he decidido que su santo es el “poverello” de Asís mejor que el Gran Duque de Gandía, “aquel que de España Grande, le llamaron algún día”. El caso es que al coger el teléfono la he encontrad abrumada. No se quita el trabajo de delante. A sus setenta años, atiende a tres hombres: marido y dos hijos que más cerca de los cuarenta que de los treinta, viven en casa. Y claro, tres hombres son muchos hombres para desayuno, comida, merienda y cena y muda limpia para ir al trabajo. El marido aún hace algún recado, pero los hijos no dan un palo al agua. Ahora vienen a pasar el puente su hija con su familia y eso ha desbordado el vaso, la pobre se ha echado a llorar: “ no se leer ni escribir, siempre sin salir de casa, ni un viaje, ni diversiones, toda la vida trabajando, sin tiempo para poder salir a andar, que mis piernas lo necesitan y encima sin que nadie te agradezca nada, con malas palabras y malos modos…” He tratado de
calmarla, como otras veces. Francisca de joven sabía infinidad de historias y romances que le enseñó su abuela, en el pueblo en las largas noches de invierno. También tenía una cierta socarronería. Un día que quejándose como hoy, podía con el asunto me dijo: “A ver si cuando llegue al cielo, me van a dar también allí el mocho”.
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