22 septiembre, 2007

Como las cerezas

La lectura del artículo de Alejandro Llanos sobre la importancia de los libros, me recordó a Marcel Proust, al que cita, y mi tiempo de entonces. Disfruté la lectura de tres volúmenes de su serie: “En busca del tiempo perdido”, cuando tenía yo vistas las cosas, mucho tiempo por delante. Ahora espero que el Señor no considere que perdí miserablemente el tiempo, en busca del que había perdido Marcel Proust.
Si que era consciente entonces – tenía 33 años y cuatro hijos – de que no se puede escribir tantas vidas sin hacer la menor alusión a Dios.

La cita que traía el artículo mencionado era “La atmósfera de esta amistad pura – escribe Proust- es el silencio, más puro que la palabra. Además, el silencio no lleva, como la palabra, la marca de nuestros defectos, de nuestros fingimientos. El silencio es puro. Entre los pensamientos del autor y el nuestro no interpone esos elementos irreductibles, refractarios al pensamiento de nuestros diferentes egoísmos. El lenguaje mismo del libro, es puro, transparente, merced al pensamiento del autor que lo ha aligerado de todo lo accesorio hasta conseguir una imagen fiel . Es la más noble y ennoblecedora de las distracciones, ya que unicamente la lectura y la sabiduría proporcionan los buenos modales de la inteligencia”.

El profesor Llanos hablaba también del libro rojo de Mao y recordé mis tiempos universitarios y aquellas ideologías marxistas tan emboga entonces y en las que gracias a Dios, y solo a Él, no caí.