12 septiembre, 2007

Pavarotti y un cuento judío

De fuentes fidedignas y no exentas de gracejo sevillano, he oído esta mañana contar la muerte de Pavarotti y un cuento judío. Aquí están:


Publicó “Il corriere della sera” que un periodista de dicho periódico amigo de Luciano Pavarotti fue a verlo a Villa Julia ( el nombre de su madre y de su abuela) cuando ya estaba muy mal. Tras el “Luciano ¿cómo estás? Pavarotti le dijo que ya no le gustaba escuchar a Pavarotti que es lo que le había gustado toda su vida, sino una nana cantada por Plácido Domingo. Después, cerró los ojos y por una vez un periodista fue discreto y en silencio se retiró. Cuando llegó a la puerta, Pavarotti abrió los ojos y le dijo: “Me he confesado, escríbelo”. Al oírlo, el periodista volvió a acercarse a la cama y Pavarotti continuó: “Dios me ha dado mucho y yo me he portado muy mal con Él. No espero ya la vida, pero si tengo confianza en la vida eterna.”


Había una vez un comerciante judío muy buen comerciante inculto pero piadoso que tenía que viajar mucho. Al atardecer sacaba su libro de oraciones, y mirando a Jerusalén las leía. Un día olvidó al ponerse en camino, llevar consigo su libro de oraciones y contristado, por no saberlas de memoria, pese a que llevaba mucho tiempo leyéndolas empezó a rezar así: “Señor, soy tan bruto que no se me ninguna oración pero si que se me el abecedario. Voy a decírtelo tres veces y Tú coje de ahí las letras que necesites para hacer una oración a tu gusto”. Dicen que del cielo se oyó una voz que decía que Dios hizo entonces la oración más bonita de la historia.