Libros en la mochila
Por ese mágico cruce que se da a veces entre nuestras vidas, y las vidas de otra gente, vidas que conocemos por los libros que escribieron, resulta que justo cuando el santoral recuerda a Edith Stein (Santa Teresa Benedicto de la Cruz ) que murió en Auschwitz el 10 de agosto de 1942, fue canonizada por Juan Pablo II y luego co-patrona de Europa, y el 14 de agosto a San Maximiliano Mª Kolbe, que se entregó a la muerte para salvar del horno de gas a un padre de familia, estoy leyendo el Diario de una mujer de 27 años : Etty Hillesum, que murió en Auschwiz en 1943. Etty, sin pertenecer ni al credo judío, ni al cristiano, profesora de ruso, con un amante de 54 al que admira mucho y con un modo de escribir que engancha, va descubriendo a Dios en su vida y experimentando su fuerza, en el año y medio que precede a su muerte. Sobre su mesa de trabajo, entre papeles, fotografías, violetas y geranios, se encuentran tres libros, para ella imprescindibles: la Biblia, San Agustín y Rilke. Cuando escribe el diario (nueve cuadernillos a letra menuda que confía a una amiga) está leyendo con entusiasmo “El Idiota” de Dostoievski. Incluso se plantea meterlo también en la mochila en la deportación, aun a costa de dejarse ropa de abrigo. Acabo estas con dos frases suyas: “ Cuando rezo, nunca lo hago para mi misma, siempre para otros. Rezar por alguien, es enviarle energía.” y “Una quisiera ser como un bálsamo derramado sobre tantas heridas.
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