07 agosto, 2007

Jerónimo

Mi primer ordenador, se llamaba Jerónimo. Se lo compré a mi hijo Juan y yo vivía feliz con él. Jerónimo no me dio nunca ningún problema. Éste en cambio es un tastarro, que ayer por ejemplo, me perdió “Milagro”, después de haberlo copiado trabajosamente de “El Cura de Ars” de Trochu y guardado en el archivo. Veremos si cuando venga mi hijo a comer es capaz de recuperarlo. Si no, lo volveré a copiar.Le llamé Jerónimo porque por entonces nació un niño al que su madre, Susana, le puso así.

Como “todo está implicado en todo”, resulta que Jerónimo nació un 9 de agosto, hará unos diez años. Jerónimo niño, es hijo de la aventura de una noche. Su madre, después de la misma, supo que estaba embarazada y a la mañana siguiente de no encontró ninguna Farmacia abierta para conseguir la píldora. Ello le indujo a dejar seguir la vida, pensando que ese embarazo tenía algo sagrado, y de ahí el nombre. Por otro lado, para mí, San Jerónimo: delgadísimo, semidesnudo, con su túnica roja al viento y la calavera a los pies, traductor de la Biblia, e instructor de mujeres, era mucho nombre. Y eso sin contar al indio Jerónimo, hay que ver lo bien que estaba, al que conocí en el cine de los dominicos, al que que nos mandaban nuestros padres, domingo tras domingo por 3,50 pesetas la entrada.

Mi ordenador actual no tiene nombre, quizá por eso funciona tan mal. Tendré que buscarle uno, después de todo, me hace ganar el cielo ejercitando la paciencia.

A San Jerónimo pertenece esta frase enardecedora: “Cuando veía letras Tuyas, las devoraba”.