Ha muerto Umbral
Este medio día han dado la noticia en el telediario. Como quien no quiere la cosa, he leído muchas columnas suyas. Aunque a menudo no estuviera de acuerdo con lo que decía, no podía pasarse por alto su cabeza y su dominio de la lengua. Su desfachatez, que a muchos caía mal, a mí me caía bien. La entiendo, después de todo es de mi generación. Como soy algo parienta de Don Quijote, alguna vez le he escrito. Cuando creí que debía ponerle los puntos sobre las ies como a un niño malo, porque Francisco Umbral era doblemente niño. Me alegré de su amistad con Jose Luis Martín Descalzo, el cura que escribía en ABC, que murió encadenado a una máquina de diálisis y cuyas últimas palabras fueron : “Todo es gracia”. Algo le habrá valido ese amigo ahora que se dejan atrás pompas y honores. Ceremonia civil e incineración. Lástima que no haya podido expresar, quizá lo hubiera hecho, el deseo de ser amparado al morir por la sombra de la cruz. Pero siempre hay esperanza, Dios se reserva el secreto del último acto consciente de un hombre.
Escribía Umbral en cierta ocasión, a propósito de un estudio sobre la voluntad de José Antonio Marina, que él había estudiado en el catecismo que las potencias del alma son tres: memoria, entendimiento y voluntad. Sí, nuestra generación aprendió el catecismo, eso que llevamos por delante. Quiero acabar estas líneas con unos versos de José Luis Martín Descalzo, cuando estaba el su última enfermedad: “Morir es solo morir. Morir se acaba / Morir es una hoguera fugitiva. /Es cruzar una puerta a la deriva / y encontrar lo que tanto se buscaba”.
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