22 febrero, 2007

Cromosomas

El 22 de febrero de 1959, recibí la primera carta, de las muchas que seguirían ( llenarían después una pequeña maleta) del que sería el padre de mis cuatro hijos. En ella me hablaba de “cromosomas”, con la inconsciente excusa, supongo, de que yo entonces estudiaba Biología como asignatura correspondiente al primer curso de la Licenciatura de Químicas. Decía que su lectura me quitaba tiempo de estudio y me pedía perdón por ello. La realidad es que al poco tiempo, más bien me centró en el estudio y a él también porque el estar afectivamente anclado y no ir a salto de mata potencia el propio desarrollo.

La carta era poética, con una caligrafía excelente y cuidadosamente pensada. Al verla una podía decir: este muchacho promete. Cosa que ya supe desde nuestro primer encuentro. Entonces las cosas eran así: cuando a un chico le interesaba seriamente una chica, la rondaba larga y seriamente también. “Se lo curraba”. Sus cartas las conservé, después de casada hasta que él se fue de casa después de casi treinta años de matrimonio. Entonces las rompí todas, aunque conservé algunas y entre ellas la fechada el 22 de febrero del 59. Rompí también un bonito cuaderno de poesías suyas que me dedicó, en las que yo muchas veces era la protagonista. Rompí el cuaderno, pero en mi memoria están, las que deben estar. Doy gracias a Dios por ello.

La memoria, potencia del alma junto al entendimiento y la voluntad, hacen al hombre grande. Preparado para la adopción de Dios, del cual es imagen.