La niña bobita
Mi hermana Carmen, que era dos años más pequeña que yo, me llamaba cuando las dos éramos “pollitas” ( así se llamaba a veces entonces a las adolescentes, cosa que siempre me reventó) : “la niña bobita”.No se puede decir que me afectara lo más mínimo. La baja autoestima no era uno de mis problemas. Luego, ya de casada, me regalaron una figurita de cerámica, bastante bonita. que era realmente “la niña bobita”. Una figurita que desbordaba ingenuidad. Acostumbraba a creerme sin dudar cualquier cosa que me dijeran ( lo que en modo alguno significaba que no tuviera sentido del humor). A los dieciséis años se habló en la clase de ir todas a Roma en bicicleta ( desde Valencia). Yo me horroricé y trate, como D. Quijote, de convencer a quien había tenido la idea de lo disparatado de ella. Luego me di cuenta que la única que se había creído eso era yo. En fin…
Me acordaba de éstas cosas ésta mañana porque anoche me enfrasqué en la lectura de Chesterton y me encontré con algo que le entusiasmó:
““Al alma de quien sea lo suficientemente listo como para dejarse engañar no le faltarán éxitos ni emociones. Disfrutará en las trampas que le hayan tendido; se arrebujará en sus redes y dormirá. A quien posea una bondad más desafiante que el mero valor se le abrirán todas las puertas.”
Me entraron ganas de decirle: “¡Viva tu madre¡”.
Eso espero, que se me sigan abriendo todas las puertas, si me aplico a tratar de conseguir una bondad más y más desafiante.
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