02 julio, 2005

El rayo

Nunca me han asustado las tormentas. Por el contrario, considero un privilegio el contemplarlas a cubierto. Son un espectáculo grandioso, que siempre me hace pensar en el poder de Dios. Hace dos semanas tuve ocasión de presenciar una. Un largo relámpago vertical de un azul muy claro y luminoso atravesó el cielo. Impresionante. Bellísimo. Al brillar de un relámpago nacemos / aún dura su fulgor cuando morimos / tan corto es el vivir… Lo que desde luego no esperaba es que esa hermosa visión me costara el no poder escribir durante una semana y 60 euros contantes y sonantes que me cobraron por arreglar el modem. He aprendido la lección: en caso de tormenta hay que desconectar el ordenador. Ahora, en cuanto a la escritura, tendré que recuperar el tiempo perdido. Tengo muchas cosas que contar.