08 julio, 2005

El mensaje y la botella

“La profunda fe en la continuidad de la vida, el sentido absoluto del deber(..) es a veces, lo único que empuja a los filósofos a filosofar, a los escritores a escribir: lanzar un mensaje en la botella, para que de alguna forma, aquello en que se creía o que nos parecía hermoso, pueda ser creído o parezca hermoso a quienes vengan después.” (Humberto Eco, “¿En que creen los que no creen?”)
Yo quiero lanzar también hoy mi mensaje. Son las lúcidas palabras de un cartujo sobre lo que es el hombre y lo que vale: “ Tenemos que afirmar que el hombre es más que el bien que está en condiciones de hacer: es hijo de Dios –haga o no haga el bien, e incluso siendo incapaz de hacerlo- y siempre será hijo de Dios, porque los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Nuestro Padre del cielo no nos quiere por el bien que hacemos: nos ama gratuitamente por nosotros mismos, porque nos ha adoptado para siempre como hijos suyos.(…) yo soy el que soy no una estructura artificial frágil y siempre amenazada, sino lo que soy a los ojos de Dios: un niño pobre que no posee nada, un niño que todo lo recibe pero infinitamente amado y totalmente libre; un niño que no tiene miedo a nada ni nada que perder, porque ya lo posee todo por adelantado del amor gratuito y benevolente de su Padre, que un día le dijo estas palabras definitivas: “Todo lo mío es tuyo”(Lc 15,31)”( “La libertad interior”)