18 septiembre, 2018

¡Europa¡ ¡Europa¡


Entre los pueblos del pequeño “cabo asiático” donde han nacido todas las civilizaciones modernas, existe un lazo profundo, tan profundo que es imperceptible: la religión que les ha bautizado. El cristianismo es la lengua materna de los europeos y la lengua de los derechos del hombre, un dialecto derivado de ella. Los derechos del hombre no proceden de la naturaleza, donde las especies acostumbran a devorarse entre sí; tampoco proceden de la política, que a penas respeta más que aquello en lo que cree; ni proceden del hombre mismo. Proceden de Dios, como sabían muy bien los revolucionarios de 1789 hasta el punto de que el preámbulo de su famosa “Declaración” invoca “la presencia y protección del Ser Supremo”. Siempre se olvida ese primer párrafo y eslo mismo que hablar de pintura olvidando la luz. ( “El mundo de Juan Pablo II” de André Frossard 1991)