Fragmento de "La zarza ardiente" de Sigrid Unset
El día fijado para la admisión de Paul en la Iglesia estuvo
lloviendo incesantemente desde primeras horas de la mañana (..) Paul se
arrodilló y ocultó su rostro entre las manos, haciendo un verdadero esfuerzo
para concentrar sus pensamientos.
“estoy cansado,
cansado, cansado, Dios, de todos los rodeos intentados por mi ánimo vacilante. Y
ahora vengo a ti a pedirte que te abras a mí; que te reveles a mí”. Pero al
mismo tiempo estaba convencidote que cuanto veía en su propia alma era tan solo
un reflejo de la realidad, proyectado en un espejo diminuto e irregular. Realmente
había sido Dios quien le había perseguido a
él, siguiendo sus huellas y haciéndole salir de sus escondrijos; Dios, ante
quien no había ya escape posible. Dios estaba ante él rogándole que le acogiera. “Contempla cómo permanezco llamando a
tu puerta. Cualquiera que que oiga mi
voz y me abra la puerta entraré y cenaré con él y él conmigo”.
Lo expresado en
estas palabras le iba a ocurrir al día siguiente. Con todo su corazón reconoció
que era incapaz de imaginar en que consistía la Comuión. Tan solo alcanzaba a ver
que gracias a ella, colocaba su ser anterior en manos de orto. Y eso era
precisamente lo que deseaba hacer.
¿Está por ahí misael? Me alegraría
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