Santa Juana Francisca de Chantal
La primera vez que oí hablar de la baronesa de Chantal, fue a la tía Elisa, viejecita encantadora que me quiso y a la que quise, que era en realidad tía de mi novio entonces, y luego tía abuela de mis hijos. Elisa era soltera, tenía una hermosa sonrisa, facciones agradables y porte distinguido; quizá porque en su juventud vivió en los aledaños de la aristocracia y ya de anciana, cuando la conocí, vivía en el último piso del Palacio de Colomina, quizá en mejores tiempos dedicado a la sevidumbre. Me contaba como en Nochebuena, en vida de la marquesa de Colomina, a la que llamaba por el nombre, bajaba la familia a la Misa del Gallo que en su oratorio celebraban los Padres Jesuitas. ¿Influiría en la simpatía por la santa el origen aristocrático de ésta?. Quien sabe. Ella siempre la llamaba: “la baronesa de Chantal”. Fue este recuerdo de mis años mozos el que me llevó muchos años después a leer una vida de ella, y recientemente a recordarla citada en un libro de espiritualidad clásico: “El santo abandono”, cuyo autor es un cisterciense. Hablemos pues de ella: Juana Francisca de Chantal, se casó con el barón de Chantal y tuvo cuatro hijos. Al quedarse viuda a los veintiocho años recibió la orden de su suegro de trasladarse a vivir con él el compañía de sus cuatro hijos. “…sin dificultad pudo entrever la amargura del cáliz que había de beber, pues conocía el carácter del viejo barón los desordenes de su casa, y los aún mayores de su conducta. Este anciano sombrío ante quien todo había de doblegarse, había de doblegarse, había caído bajo la dependencia de una criada que mandaba como ama en el castillo dilapidaba los bienes y hacía murmurar a todo el mundo. Durante más de siete años la Santa será tratada como una extraña que se admite en el hogar doméstico, pero a la que en nada se la consulta ni tiene derecho a hacer observación alguna. Estará bajo la férula de una inferior insolente que no le ahorrará humillaciones. Los hijos de ésta serán preferidos a los suyos …”. Ella llegó al heroísmo de cuidar a los hijos de la sirvienta como los propios y prestarles los cuidados más humildes. Todo esto lo sufría por la conversión de su suegro y de la criada. “En esta ruda escuela, mejor que en el más severo noviciado, hízolo Dios adquiriese la rara humildad y esa perfecta obediencia que muy pronto hicieron de ella, bajo la dirección de San Francisco de Sales el instrumento de tan grandes obras”. A la calle de San Francisco de Sales en Madrid escribí de moza cientos de cartas…Luego lo conocería porque es patrón de periodistas… Qué poco pudo imaginar Elisa Arnau que murió en la década de los 70, que esta “entrada” la inició ella compartiendo conmigo su admiración por la santa, cuando de Internet era impensable. A los viejos hay que oírlos, tienen mucho que contar.
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