Con mis palabras
Con mis palabras contaré una historia bonita sucedida en la Cuba de Fidel Castro, y el protagonista se llama Hilario Salutié de 68 años. La leí en “Guía de curas con encanto” de José Luis Olaizola. El escritor preguntó a Hilario si su vocación sacerdotal se debía a tener antecedentes familiares religiosos y éste le contestó: “Nada de eso, mi padre era masón del grado 33. Mi madre consiguió que a mi hermano y a mí nos educaran los Hermanos de la Salle. Allí a los 12 años me hablaron de Jesucristo y yo me enamoré de Él, y quise ser sacerdote. Los hermanos hablaron con mi padre a ver si daba su permiso a que yo estudiara en Francia con ellos porque daba esperanzas de vocación. Mi padre se opuso violentamente y seguí con mis estudios” y continuó con su historia: “A los 19 años me enamoré de una mujer que era angelical, virginal y católica y me casé con ella. A los cuatro años de matrimonio se me murió de una leucemia. Me dejó tres niños que cabían el un canasto. Me casé para darles una madre y también me enamoré de mi segunda mujer. Fui muy feliz con mis dos mujeres. Ella me dio un hijo: Frank. Vivimos treinta años de matrimonio, pero cogió un parkinson y al final tuve que pedir la jubilación anticipada para cuidarla, tenía que hacérselo todo. La gente me decía: “Cuando te quedes libre, con las cuentas que sabes te podrás volver a colocar y ganarás tus buenos pesos”. A mi me fastidiaba oírles decir eso porque primero la gente se muere cuando Dios quiere y segundo lo mismo me podía morir yo antes, a veces pasa a quien cuida a un enfermo” y siguió diciendo: “Pero no, Carmen se murió yo tenía entonces cuatro hijos y nietos y me dije: yo no me quedo aquí para llevarlos al colegio y cuidarlos. Yo no había perdido la fe. Era terciario Franciscano y había estado siempre cerca de la Iglesia. Así pues me fui al convento de los Franciscanos a ofrecerme:” ¿Qué puedo hacer por la pobre Iglesia de Cuba, como criado como lo que sea.”. Le dijeron que lo pensarían y que volviese dentro de una semana. A volver a verlos, le dijeron que habían pensado que podría ser presbítero. Él se quedó de una pieza: ¡ irse al Seminario 4 años estudiar Filosofía Teología.. con jóvenes casi niños teniendo 62 años.. . Al exponer sus reparos le dijeron :”¿no decías que querías hacer la voluntad de Dios? Pues esa es la voluntad de Dios, en Cuba hacen falta sacerdotes”. Y para allá se fue. Lo ordenaron y se hizo cargo de una parroquia en La Habana donde se hizo con la feligresía. Dos anécdotas más, una :antes de irse al Seminario celebró un banquete de despedida. Una de las invitadas dijo: “¿Es que te vas a casar de nuevo?” A lo que una de sus hijas contestó: “Sí, pero esta vez no se quedará viudo. La otra: en el Seminario, un día que el Obispo en clase les explicaba ese pasaje de San Pablo que dice que: “hay que matar al hombre viejo” – para revestirnos de Cristo –. él se levantó de la silla y dijo: ¡ Alto, quietos todos¡ ¡que nadie se mueva¡ ”¡ Hilario terminó la entrevista afirmando: “ no ha habido frustración en mi vida que me llevara al sacerdocio: he sido feliz con mis dos mujeres, pero que lo soy mucho más ahora” ¿Les ha gustado? Pues podría decírmelo alguien.
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