Polvo
Hace tiempo que me viene a la cabeza decir aquí, una cosa muy cierta : que al andar por los caminos del alma. En nuestras relaciones con los demás - aunque éstas sean buenas, levantamos mucho polvo. De eso, no nos advertía Machado al decirnos que se hace camino al andar. Deberíamos no sorprendernos del hecho, máxime los que durante años al recibir sobre nuestras frentes la ceniza, con que se inicia la cuaresma, oíamos al sacerdote recordar: “polvo eres, y en polvo te convertirás”. Pues eso, que en definitiva: se nos ve siempre demasiado el plumero de nuestra vanagloria – que es eso: gloria vana - aún cuando queremos obrar cara a Dios. De ahí, la necesidad y la sensatez de “rectificar la intención”, en nuestro obrar. como nos aconsejaba San Josemaría. Creemos que somos quienes manejamos el timón y lo conveniente es ser dóciles al capitán, para que no se tuerza el rumbo de nuestra vida, que desviándose un pequeño ángulo cada vez, puede llevarnos, poco a poco en dirección muy alejada de la meta. De ahí la necesidad de la confesión frecuente, aún de cosas de poca monta.
San Josemaría nos enseñó una jaculatoria bonita que no es malo menudear: “Señor, Tú lo haces todo: antes, más y mejor ”. El obrar bien cara a los demás, o lo que es más frecuente, o cara a uno mismo, es coser sin hilo. Y al hilo de lo dicho a mi misma y a quienes puedan estar en onda con estas líneas, viene a pelo el punto 851 de “Forja”: No vivimos para la tierra, ni para nuestra honra, sino para la honra de Dios, para el servicio de Dios: ¡esto es lo que nos ha de mover¡
Buen día
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