16 julio, 2011

Tarta de almendra

“¡Cristóbal se quedó tonto¡”, decía Adelaida – con más frecuencia de la conveniente - a mi madre cada vez que quería ponderar ante ella la excelencia de algo. Cristóbal era el marido de Adelaida. Mi madre luego comentaba: “¡el pobre Cristóbal, se pasa la vida tonto¡”. Recuerdo estas cosas ahora, porque hoy es la Virgen del Carmen, el santo de mi padre. En ese día, Adelaida – nuestra vecina - nos pasaba, hecha por ella, una riquísima tarta de almendra. Por otra parte Cristóbal, como ya conté, le trajo un sacerdote a mi padre cuando se estaba muriendo,que le administró la extremaunción, antes de que yo llegara a mi vez con un dominíco. La tarta de almendra, con mucha almendra – como era el caso - era un verdadero lujo en los cincuenta. Y más teniendo en cuenta que nuestros vecinos – que no tenían teléfono - vivían, al parecer, mucho más austeramente que nosotros. Adelaida, inmediatamente después de la comida, pasaba casi todos los días a llamar por teléfono – situado en la pared por encima del sillón donde se sentaba mi padre – a llamar por teléfono a sus hermanas para quedar para la tarde. “¡Adelaida es una pesada, viniendo a llamar todos los días¡ ” – comentaba mi madre – “además, ¡la cuenta sube un pico¡”. Algo se barruntaría la vecina, cuando propuso que dejaría algo de dinero por las llamadas en una arqueta granadina que había en la estantería cercana. No sé si la tarta de almendra ¡por el santo de Carmelo¡ – decía al traerla - sería para compensar el que mi padre día tras día tuviera a Adelaida, detrás de su sillón dando la paliza, o porque él era médico, y – sobre todo con niños pequeños - es reconfortante tener a un médico en la puerta de en frente. El caso es que los vecinos, entonces, no eran unos extraños como ocurre ahora, sino que nos tratábamos y acompañaban nuestras vidas. La soledad se notaba menos y uno tenía ocasión de amar al prójimo.

1 Comentarios:

At 17 julio, 2011 18:14, Blogger filósofo escribió...

Rosa,

Buenísima, como de habitual, su entrada. Se me antojaba estar viendo, ahora en la sobremesa, la tarta de almendras. ¡ Bien valió el servicio que Cristóbal hizo a su padre, lo mucho que tuvo que aguantar las "llamaditas" de Adelaida ! Realmente, al menos para mi, hay una lección: no descuidar a nadie sobre todo si tiene buen corazón pues nunca se sabe cual servicio puedes necesitar de él.

Mucho ánimo (arriba el alma) doña Rosa. Me hace mucho bien leerla. Habla vd. de tiempos, y más bien modos de vivir la vida que me gustan y yo no viví, pero lo que sí comparto un poco con vd. al leerla, son esas lecciones de la vida que el pOso de los años enseña a reconocer.

Saludos

 

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