El firmamento
“Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento la obra de sus manos”.
No voy a comentar ese salmo enardecedor, sino traer a colación unas palabras de Benedicto XVI – ¡Dios lo bendiga¡, y que deuda de gratitud tenemos con su escritura - a propósito del fin del tiempo: del discurso apocalíptico de Jesús que en la redacción de los evangelios no hay manera de desenbridar de la ruína de Jerusalén ocurrida en el año 70. Ese lío con el que siempre nos hemos tropezado.
Dice el Papa, que Jesús al anunciar el fin del mundo, su discurso está entretejido con palabras del Antiguo Testamento: Libro de Daniel , Ezequiel .. y el hecho de que Jesús no hable de cosas futuras con palabras propias, sino que se refiera a ellas de manera nueva con antiguas palabras proféticas, tiene un significado profundo. “A sí al centrar las imágenes cósmicas en una persona, en una persona actualmente presente y conocida el contexto cósmico se conviuerte en algo secundario y también la cuestión cronológica pierde importancia: en el desarrollo de las cosas físiucamente mensurables, la persona “es”, tiene “su tiempo” propio, “peremanece”.
“ Esta relativización de lo cósmico o mejor su concentración en lo personal, se muestra con especial claridad en la palabra final de la parte apocalíptica: “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán” (Mc13,31). Y ahora viene un párrafo bellísimo: “ La palabra, casi nada en comparación con el enorme poder del inmenso cosmos material, un soplo del momento en la magnitud silenciosa del universo, es más real y duradera que todo el mundo material. Es la realidad verdadera y fiable, el terreno sólido sobre el que podemos apoyarnos y que resiste incluso al obscurecerse del sol y al derrumbe del firmamento. Los elementos pasan; la palabra de Jesús es en verdadero “firmamento” bajo el cual el hombre puede estar y permanecer.”
(“Jesús de Nazaret”, Joseph Ratzizinger)
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