21 abril, 2011

En la mañana del Jueves Santo

Tres días hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi, y el día de la Ascensión. Pero hoy con un cielo nublado llueve a ratos. No me parece mal, porque así el cielo nos recuerda que el Triduo Pascual no es tiempo de irse a la playa o de hacer turismo, es tiempo de Iglesia: de rezar, de acompañar al Señor, de desagraviar.

Hasta el gran silencio de la tarde de hoy, silencio emocionado esperando la celebración de la Cena del Señor, daré curso a cosas, al parecer sin importancia pero que están ahí. Después de todo, nunca se sabe.

Ayer al recoger del Colegio a mi nieta Vega - cinco años -: me dijo: “tengo tres premios” y me enseñó los dos cuños de su mano derecha y la pegatina azul de la izquierda. Le pregunté por qué se los habían dado. Me lo contó, mientras los señalaba: “ Éste, por obedecer a la primera; éste por no haber pegado, pellizcado o empujado a una niña que me pegó a mí; y éste por haber recogido todo el pupitre enseguida.” Mucho que imitar ¿No?.

Otra de nietos: Me dejaron a Nachito - dos años y medio – a las tres de la tarde y me dije: “me bajaré a tomar café con él a la terraza de la esquina, así aunque no pueda leer al menos tomo el sol”. Cogí tijeras dee punta roma, papeles, pinturas y cuentos y bajamos. Al poco rato Nachito, al que tenía sobre las rodillas, se vuelve hacia mi muy serio y me dice : “Qué hacemos aquí?”. Nachito – el pequeño de tres - es listo como el solo y habla perfectamente, incluso con un vocabulario extenso. Entendí la pregunta y subimos a casa, pero la archivé. Creo que merecía la pena hacerlo. Hay mucha gente en la vida que se la pasa integra sin preguntarse: “¿Qué hacemos aquí?”. No creo que Nachito sea de esos.