16 diciembre, 2010

Un día lleno

Entre lo mucho que podría contar – con setenta años, se exprime el tiempo y éste, lejos de ser monótono, es rico en “ efemérides” y conexiones - y no digo nada de buenas lecturas -, elijo el día de ayer. Fue un día lleno:

Una clase de formación religiosa en ella, el sacerdote baturro que la imparte procuró hacernos reír. Contó que en una visita a una señora de 94 años, ésta le dijo: “yo no sé por qué mis amigas nos vienen a verme..¡Cómo si yo tuviera algo malo¡”. Y cuando él le pidió: “reza, porque esta tarde a las 3,30 hay un retiro para gente joven”. Ella quedándose pensativa añadió: “ ¡estoy discurriendo a ver a quien yo podía invitar¡”… .

Visita a una vecina que se ha operado de rodilla…
Y cuando estaba algo agobiada por echarse el tiempo encima – cinco a comer - viene mi hija Marta, ve mi belén, puesto el día anterior - con esfuerzo y dedicación – estando mis nietas de siete y once años – que más bien estorbaban - y lo encuentra, muy mejorable. Mi belén está en el cuarto de estar, en el corazón de la casa - y no en la entrada o en el “salón” para cubrir el expediente. El momento pues de ponerlo patas arriba, como ella quería, y volverlo a montar no podía pues ser más inoportuno. Pero como es obstinada como yo la dejé hacer. Gracias a Dios Marta – madre de cinco hijos – es, como diría mi madre, una mujer dispuesta. Total a la hora de comer, comimos con un belén al lado precioso. Mi belén es poético y abigarrado: piedras, troncos, espliego, manzanilla, macetas, musgo, arpillera, y figuras de muchos años: uno de los Reyes Magos – el de Quino- tiene al camello sin cabeza y hay que colocarlo artísticamente por entre unos arbustos.

Siempre digo “mi belén”, soy consciente que no se debe abusar de pronombres posesivos, pero en este caso hago una excepción “expresiva”.
Para mi el belén es media Navidad.

Seguiré, porque lo quiero contar todo y ahora me tengo que ir a misa, luego al banco… ¡menos mal que hoy invito a Marta a comer de bocadillos en la terraza de abajo.