Sigo
Sigo copiando a Jean Guitton, en su diálo, con Pablo VI:
“ Como Marco Aurelio, Pablo VI gusta de evocar el recuerdo de los que le dieron la vida. (…) Cuando uno piensa en sí mismo en el ocaso de la vida, lo que halla ante todo de sí mismo es el padre y la madre.
“A mi padre – decía el Santo Padre - debo los ejemplos de valentía, la idea de no descansar nunca en la aquiescencia al mal, el juramento de no preferir la vida a las razones de vivir. Es lo que se puede resumir en una palabra: ser un testigo. Mi padre no tenía miedo. Y los que le conocieron como Bonomelli, han conservado algo de intrepidez.
“A mi madre le debo el sentido del recogimiento, de la vida interior, de la oración reflexionada: a ella debo el ejemplo de una vida toda entregada.
“Al amor de mi padre y de mi madre, a su unión ( pues no hay que separar a nuestro padre de nuestra madre) , debo el amor a Dios y el amor a los hombres. O más bien, yo diría que el amor a Dios que llenaba sus corazones y les había unido en su juventud, se traducía en mi padre en la acción pública y en mi madre en el silencio. O mejor dicho una misma voluntad obstinada, una misma determinación, era en mi padre “más bien” fuerza y en mi madre “más bien” dulzura. Pero la dulzura es la plenitud de la fuerza.”
- Recuerdo - le dije – haber oído decir en otro tiempo al Cardenal Mercier: “La dulzura es la plenitud dee la fuerza”.
- ¡Que razón tenía¡
- Todos vivimos, más o menos (el mismo Renán lo decía) de lo que nos ha enseñado una mujer en el orden dee lo sublime. Y los hijos lo sienten más que las hijas a causa de la diferencia de las naturalezas. Y los hijos sacerdotes más, que los deemás hijos porque están llamados a la soledad.
Ahora hablo yo. Hace tiempo escuché: “ Si se quiere corromper a la sociedad, lo primero es tratar de corromper a la mujer. Corrompida la mujer: corrompida la familia. Corrompida la familia: corrompida la sociedad”. Creo que hoy – tal como están las cosas - nos viene muy bien y nos hace mucho bien, asistir a éste diálogo (de alrededor de medio siglo) que hemos “presenciado”.
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